CUENTO - PEDRITO EL CARACOL Y LA BABOSA

Pedrito era un pequeño caracol de bosque que deseaba encontrar a un amigo o amiga. Caminó y caminó hasta llegar a un huerto. Allí había unas babosas que se rieron de su caparazón.

Pedrito, triste, se ocultó en su caparazón. Tras unos cuantos días descansando, llovió, y Pedrito salió dispuesto a irse a vivir a otro lugar, pero al sacar la cabeza vio a una pequeña babosa que se había asustado al verlo.

- No te asustes, sólo soy un caracol.

- Pero, pero eres muy extraño, ¡llevas una piedra encima de tu cuerpo! –dijo temblando la babosa.

- No, no es una piedra, se llama caparazón, es mi casa. Cuando tengo frío o llueve mucho me escondo dentro y me siento mejor.

- Pues me gustaría tener un caparazón como tú. ¿Cuándo me crecerá?

- Tú eres una babosa y vosotras no tenéis caparazón, pero si quieres podemos intentar encontrar uno vacío.

- Me gustaría mucho, dijo la babosa pequeña dando saltos de alegría.

Los dos amigos se pusieron a buscar por todo el bosque y finalmente debajo de la hojarasca encontraron un caparazón precioso, con una espiral dibujada, pero le iba tan grande, que decidieron buscar otra.

Al cabo de un buen rato encontraron un pequeño caparazón, pero era tan menudo que la babosa no cabía de ninguna de las maneras. Se puso tristísima y el pobre Pedrito no sabía qué hacer para que parase de llorar.

Finalmente se le ocurrió una brillante idea:

- Podríamos compartir mi caparazón, dijo Pedrito para consolar la babosa.

- ¿De verdad harías esto por mí?

- Pues claro que sí. Eres mi amiga. Se hizo de noche y los dos compañeros se pusieron a dormir, el caracol se acurrucó al fondo del caparazón y la babosa cupo perfectamente.

- ¡Buenas noches! dijeron los dos a la vez.

FIN

CUENTO - LA BELLA DURMIENTE

Hace muchos años, en un reino lejano, una reina dio a luz una hermosa niña. Para la fiesta del bautizo, los reyes invitaron a todas las hadas del reino pero, desgraciadamente, se olvidaron de invitar a la más malvada.

Aunque no haya sido invitada, la hada maligna se presentó al castillo y, al pasar delante de la cuna de la pequeña, le puso un maleficio diciendo: " Al cumplir los dieciséis años te pincharás con un huso y morirás".

Al oír eso, un hada buena que estaba cerca, pronunció un encantamiento a fin de mitigar la terrible condena: "Al pincharse en vez de morir, la muchacha permanecerá dormida durante cien años y sólo el beso de un buen príncipe la despertará."

Pasaron los años y la princesita se convirtió en una muchacha muy hermosa. El rey había ordenado que fuesen destruidos todos los husos del castillo con el fin de evitar que la princesa pudiera pincharse.


Pero eso de nada sirvió. Al cumplir los dieciséis años, la princesa acudió a un lugar desconocido del castillo y allí se encontró con una vieja sorda que estaba hilando.

La princesa le pidió que le dejara probar. Y ocurrió lo que el hada mala había previsto: la princesa se pinchó con el huso y cayó fulminada al suelo.

Después de variadas tentativas nadie consiguió vencer el maleficio y la princesa fue tendida en una cama llena de flores. Pero el hada buena no se daba por vencida.

Tuvo una brillante idea. Si la princesa iba a dormir durante cien años, todos del reino dormirían con ella. Así, cuando la princesa despertarse tendría todos a su alrededor.

Y así lo hizo. La varita dorada del hada se alzó y trazó en el aire una espiral mágica. Al instante todos los habitantes del castillo se durmieron.

En el castillo todo había enmudecido. Nada se movía, ni el fuego ni el aire. Todos dormidos. Alrededor del castillo, empezó a crecer un extraño y frondoso bosque que fue ocultando totalmente el castillo en el transcurso del tiempo.

Pero al término del siglo, un príncipe, que estaba de caza por allí, llegó hasta sus alrededores. El animal herido, para salvarse de su perseguidor, no halló mejor escondite que la espesura de los zarzales que rodeaban el castillo.

El príncipe descendió de su caballo y, con su espada, intentó abrirse camino. Avanzaba lentamente porque la maraña era muy densa. Descorazonado, estaba a punto de retroceder cuando, al apartar una rama, vio algo...

Siguió avanzando hasta llegar al castillo. El puente levadizo estaba bajado. Llevando al caballo sujeto por las riendas, entró, y cuando vio a todos los habitantes tendidos en las escaleras, en los pasillos, en el patio, pensó con horror que estaban muertos.

Luego se tranquilizó al comprobar que sólo estaban dormidos. "¡Despertad! ¡Despertad!", chilló una y otra vez, pero fue en vano. Cada vez más extrañado, se adentró en el castillo hasta llegar a la habitación donde dormía la princesa.

Durante mucho rato contempló aquel rostro sereno, lleno de paz y belleza; sintió nacer en su corazón el amor que siempre había esperado en vano.

Emocionado, se acercó a ella, tomó la mano de la muchacha y delicadamente la besó... Con aquel beso, de pronto la muchacha se despertó y abrió los ojos, despertando del larguísimo sueño.

Al ver frente a sí al príncipe, murmuró: “¡Por fin habéis llegado! En mis sueños acariciaba este momento tanto tiempo esperado". El encantamiento se había roto.

La princesa se levantó y tendió su mano al príncipe. En aquel momento todo el castillo despertó. Todos se levantaron, mirándose sorprendidos y diciéndose qué era lo que había sucedido.

Al darse cuenta, corrieron locos de alegría junto a la princesa, más hermosa y feliz que nunca. Al cabo de unos días, el castillo, hasta entonces inmerso en el silencio, se llenó de música y de alegres risas con motivo de la boda.

FIN

CUENTO - ITZELINA

Itzelina y el sol
Cuento infantil sobre el respeto

Itzelina Bellas Chapas era una niña muy curiosa que se levantó temprano una mañana con la firme intención de atrapar, para ella sola, todos los rayos del sol.

Una ardilla voladora que brincaba entre árbol y árbol le gritaba desde lo alto. ¿A dónde vas, Itzelina?, y la niña respondió:

- Voy a la alta montaña, a pescar con mi malla de hilos todos los rayos del sol y así tenerlos para mí solita.

- No seas mala, bella Itzelina - le dijo la ardilla- Deja algunos pocos para que me iluminen el camino y yo pueda encontrar mi alimento. -

Está bien, amiga ardilla - le contestó Itzelina-, no te preocupes. Tendrás como todos los días rayos del sol para ti.

Siguió caminando Itzelina, pensando en los rayos del sol, cuando un inmenso árbol le preguntó. ¿Por qué vas tan contenta, Itzelina?

- Voy a la alta montaña, a pescar con mi malla de hilos todos los rayos del sol y así tenerlos para mí solita, y poder compartir algunos con mi amiga, la ardilla voladora.

El árbol, muy triste, le dijo:

- También yo te pido que compartas conmigo un poco de sol, porque con sus rayos seguiré creciendo, y más pajaritos podrán vivir en mis ramas.

- Claro que sí, amigo árbol, no estés triste. También guardaré unos rayos de sol para ti.

Itzelina empezó a caminar más rápido, porque llegaba la hora en la que el sol se levantaba y ella quería estar a tiempo para atrapar los primeros rayos que lanzara. Pasaba por un corral cuando un gallo que estaba parado sobre la cerca le saludó.

- Hola, bella Itzelina. ¿Dónde vas con tanta prisa?

- Voy a la alta montaña, a pescar con mi malla de hilos todos los rayos del sol y así poder compartir algunos con mi amiga la ardilla voladora, para que encuentre su alimento; y con mi amigo el árbol, para que siga creciendo y le dé hospedaje a muchos pajaritos.


- Yo también te pido algunos rayos de sol para que pueda saber en las mañanas a qué hora debo cantar para que los adultos lleguen temprano al trabajo y los niños no vayan tarde a la escuela.

- Claro que sí, amigo gallo, también a ti te daré algunos rayos de sol – le contestó Itzelina.

Itzelina siguió caminando, pensando en lo importante que eran los rayos del sol para las ardillas y para los pájaros; para las plantas y para los hombres; para los gallos y para los niños.

Entendió que si algo le sirve a todos, no es correcto que una persona lo quiera guardar para ella solita, porque eso es egoísmo. Llegó a la alta montaña, dejó su malla de hilos a un lado y se sentó a esperar al sol.

Ahí, sentadita y sin moverse, le dio los buenos días, viendo como lentamente los árboles, los animales, las casas, los lagos y los niños se iluminaban y se llenaban de colores gracias a los rayos del sol.

Este cuento quiere enseñarnos lo importante que es el respeto al bien común.

FIN.

CUENTO - UN CONEJO EN LA VIA

El cuento Un conejo en la vía, cuenta una bonita historia que hará reflexionar y pensar a los niños sobre el valor de la bondad, de la compasión, de la gratitud, responsabilidad y compromiso, hacia la naturaleza. 

Daniel se reía dentro del auto por las gracias que hacía su hermano menor, Carlos. Iban de paseo con sus padres al Lago Rosado. Allí irían a nadar en sus tibias aguas y elevarían sus nuevas cometas. Sería un día de paseo inolvidable. De pronto el coche se detuvo con un brusco frenazo. Daniel oyó a su padre exclamar con voz ronca:

- ¡Oh, mi Dios, lo he atropellado!

- ¿A quién, a quién?, le preguntó Daniel.


- No se preocupen, respondió su padre-. No es nada.

El auto inició su marcha de nuevo y la madre de los chicos encendió la radio, empezó a sonar una canción de moda en los altavoces.

- Cantemos esta canción, dijo mirando a los niños en el asiento de atrás. La mamá comenzó a tararear una canción. Pero Daniel miró por la ventana trasera y vio tendido sobre la carretera el cuerpo de un conejo.

- Para el coche papi, gritó Daniel. Por favor, detente.

- ¿Para qué?, responde su padre.

- ¡El conejo, le dice, el conejo allí en la carretera, herido!

- Dejémoslo, dice la madre, es sólo un animal.

- No, no, para, para.

- Sí papi, no sigas - añade Carlitos-. Debemos recogerlo y llevarlo al hospital de animales. Los dos niños estaban muy preocupados y tristes.

- Bueno, está bien- dijo el padre dándose cuenta de su error. Y dando vuelta recogieron al conejo herido.

Pero al reiniciar su viaje fueron detenidos un poco más adelante por una patrulla de la policía, que les informó de que una gran roca había caído sobre la carretera por donde iban, cerrando el paso. Al enterarse de la emergencia, todos ayudaron a los policías a retirar la roca.

Gracias a la solidaridad de todos pudieron dejar el camino libre y llegar a tiempo al veterinario, que curó la pata al conejo. Los papás de Daniel y carlos aceptaron a llevarlo a su casa hasta que se curara

Unas semanas después toda la familia fue a dejar al conejito de nuevo en el bosque. Carlos y Daniel le dijeron adiós con pena, pero sabiendo que sería más feliz en libertad.

FIN

CUENTO - CARRERA DE ZAPATILLAS


Carrera de zapatillas: cuento infantil sobre la amistad

Había llegado por fin el gran día. Todos los animales del bosque se levantaron temprano porque ¡era el día de la gran carrera de zapatillas! A las nueve ya estaban todos reunidos junto al lago.

También estaba la jirafa, la más alta y hermosa del bosque. Pero era tan presumida que no quería ser amiga de los demás animales.

La jiraba comenzó a burlarse de sus amigos:

- Ja, ja, ja, ja, se reía de la tortuga que era tan bajita y tan lenta.

- Jo, jo, jo, jo, se reía del rinoceronte que era tan gordo.

- Je, je, je, je, se reía del elefante por su trompa tan larga.

Y entonces, llegó la hora de la largada.

El zorro llevaba unas zapatillas a rayas amarillas y rojas. La cebra, unas rosadas con moños muy grandes. El mono llevaba unas zapatillas verdes con lunares anaranjados.

La tortuga se puso unas zapatillas blancas como las nubes. Y cuando estaban a punto de comenzar la carrera, la jirafa se puso a llorar desesperada.

Es que era tan alta, que ¡no podía atarse los cordones de sus zapatillas!

- Ahhh, ahhhh, ¡qué alguien me ayude! - gritó la jirafa.

Y todos los animales se quedaron mirándola. Pero el zorro fue a hablar con ella y le dijo:

- Tú te reías de los demás animales porque eran diferentes. Es cierto, todos somos diferentes, pero todos tenemos algo bueno y todos podemos ser amigos y ayudarnos cuando lo necesitamos.

Entonces la jirafa pidió perdón a todos por haberse reído de ellos. Y vinieron las hormigas, que rápidamente treparon por sus zapatillas para atarle los cordones.

Y por fin se pusieron todos los animales en la línea de partida. En sus marcas, preparados, listos, ¡YA!

Cuando terminó la carrera, todos festejaron porque habían ganado una nueva amiga que además había aprendido lo que significaba la amistad.

Colorín, colorón, si quieres tener muchos amigos, acéptalos como son.

FIN

CUENTO - LA CABEZA DE COLORES

Cuento infantil que habla sobre la Envidia:

Esta es la increíble historia de un niño muy singular. Siempre quería aquello que no tenía: los juguetes de sus compañeros, la ropa de sus primos, los libros de sus papás... y llegó a ser tan envidioso, que hasta los pelos de su cabeza eran envidiosos. Un día resultó que uno de los pelos de la coronilla despertó de color verde, y los demás pelos, al verlo tan especial, sintieron tanta envidia que todos ellos terminaron de color verde. Al día siguiente, uno de los pelos de la frente se manchó de azul, y al verlo, nuevamente todos los demás pelos acabaron azules. Y así, un día y otro, el pelo del niño cambiaba de color, llevado por la envidia que sentían todos sus pelos.

A todo el mundo le encantaba su pelo de colores, menos a él mismo, que tenía tanta envidia que quería tener el pelo como los demás niños. Y un día, estaba tan enfadado por ello, que se tiró de los pelos con rabia. Un pelo delgadito no pudo aguantar el tirón y se soltó, cayendo hacia al suelo en un suave vuelo... y entonces, los demás pelos, sintiendo envidia, se soltaron también, y en un minuto el niño se había quedado calvo, y su cara de sorpresa parecía un chiste malo.

Tras muchos lloros y rabias, el niño comprendió que todo había sido resultado de su envidia, y decidió que a partir de entonces trataría de disfrutar de lo que tenía sin fijarse en lo de los demás. Tratando de disfrutar lo que tenía, se encontró con su cabeza lisa y brillante, sin un solo pelo, y aprovechó para convertirla en su lienzo particular.

Desde aquel día comenzó a pintar hermosos cuadros de colores en su calva cabeza, que gustaron tantísimo a todos, que con el tiempo se convirtió en un original artista famoso en el mundo entero.

FIN.

FABULA - EL AGUILA Y LOS GALLOS

Dos gallos reñían por la preferencia de las gallinas; y al fin uno puso en fuga al otro.

Resignadamente se retiró el vencido a un matorral, ocultándose allí. En cambio el vencedor orgulloso se subió a una tapia alta dándose a cantar con gran estruendo.

Mas no tardó un águila en caerle y raptarlo. Desde entonces el gallo que había perdido la riña se quedo con todo el gallinero.

MORALEJA:
A quien hace alarde de sus propios éxitos, no tarda en aparecerle quien se los arrebate.

FABULA - LA ZORRA Y LAS UVAS

Estaba una zorra con mucha hambre, y al ver colgando de una parra unos deliciosos racimos de uvas, quiso atraparlos con su boca.

Mas no pudiendo alcanzarlos, se alejó diciéndose:

-- ¡ Ni me agradan, están tan verdes... !

MORALEJA:
Nunca traslades la culpa a los demás de lo que no eres capaz de alcanzar.

FABULA - EL LEÓN Y EL RATÓN


Dormía tranquilamente un león, cuando un ratón empezó a juguetear encima de su cuerpo. Despertó el león y rápidamente atrapó al ratón; y a punto de ser devorado, le pidió éste que le perdonara, prometiéndole pagarle cumplidamente llegado el momento oportuno. El león echó a reir y lo dejó marchar.

Pocos días después unos cazadores apresaron al rey de la selva y le ataron con una cuerda a un frondoso árbol. Pasó por ahí el ratoncillo, quien al oir los lamentos del león, corrió al lugar y royó la cuerda, dejándolo libre.

-- Días atrás -- le dijo --, te burlaste de mí pensando que nada podría hacer por tí en agradecimiento. Ahora es bueno que sepas que los pequeños ratones somos agradecidos y cumplidos.

MORALEJA
Nunca desprecies las promesas de los pequeños honestos. Cuando llegue el momento las cumplirán.

LEYENDA MAYA - EL CONEJO DE LA LUNA


Se encontraba Quetzalcóatl convertido en hombre y haciendo una travesía enorme para llegar hasta un lugar que quedaba realmente lejos, ahora estaba en una montaña sin nada para comer o tomar y por el frío había prendido una fogata, también estaba mirando el cielo con su hermosa luna y las estrellas que la acompañaban. El camino era largo si quería llegar cuanto antes hacia la selva, tenía que pasar por un sitio en donde podía quedarse a descansar sobre una roca, por lo menos por un momento hasta continuar con el rumbo.

Un conejito distraído pasó por donde Quetzalcóatl se encontraba descansando y le ofreció un poco de la zanahoria que estaba comiendo, el Dios le dijo que él se iba a morir de hambre en cualquier momento, que no se preocupe por su cuerpo humano, entonces el conejito se ofreció en sacrificio para que se lo coma y pueda entonces continuar con su camino.

Quetzalcóatl apreció enormemente la valentía que un conejo tan pequeño podía tener, por ello es que lo alzó bien alto y grabó su viva imagen en la luna llena que desde ese entonces recuerda cada noche la bondad de este conejito y su buena acción para poder ayudar a alguien más, aunque eso significara la muerte de su propio ser. La promesa que le hizo el dios al conejo luego de su sacrificio fue que todas las personas que miren la luna pensarán en aquel dulce animal que dio su vida para poder salvar a Quetzalcóatl.

Fin. 

LEYENDA - EL OTOÑO


Cuenta la leyenda que las estaciones del año aún no tenían nombre ni espacio en el calendario, pues todas querían ocupar la tierra al mismo tiempo y no se ponían de acuerdo. Fue por eso que un día decidieron reunirse y solucionar el problema.

Cada una era única y diferente a su modo. Algunas preferían el frío y otras el calor, pero había otras a las que les gustaba un poco de cada uno. Una de ellas se decantaba por el sol y sus rayos, a otra también le agradaba pero de a ratos. Por su parte, otra prefería el frío permanentemente y otra casi igual, pero con ratos de calor. Fue por ello que decidieron repartirse cada una una época del año hasta definir las cuatro estaciones que conocemos.

Una de ellas, la más tierna de todas, escogió los meses de marzo a junio para deleitar a todos con sus brisas frescas y llenas de calor leve, y se llamó primavera. La más rebelde, que fue nombrada verano, prefirió de junio a septiembre para acobijar a todos con un agradable calor.

A su vez, la que llamaron otoño, que era la más curiosa y alocada de todas, prefirió seguir en los meses de septiembre a diciembre, para repartir pequeños ratos de calor, seguidos de muchas brisas enriquecedoras. Además, trajo consigo alimentos característicos, como las setas y las mandarinas, que podían perdurar en las demás estaciones. Finalmente, la más tímida, bautizada como invierno, escogió los meses de diciembre a marzo para llenar el ambiente de un frío exquisito.

Todas estaban muy contentas con sus elecciones y fue así como cada una encontró su espacio en el calendario y fue capaz de brindar lo mejor de su temperatura tanto a los niños, como a los mayores, y de igual modo a los animales y plantas de todo el planeta.

FIN

CUENTO - EL HONRADO LEÑADOR


Había una vez un pobre leñador que regresaba a su casa después de una jornada de duro trabajo. Al cruzar un puentecillo sobre el río, se le cayo el hacha al agua.

Entonces empezó a lamentarse tristemente: ¿Como me ganare el sustento ahora que no tengo hacha?

Al instante ¡oh, maravilla! Una bella ninfa aparecía sobre las aguas y dijo al leñador:

Espera, buen hombre: traeré tu hacha.

Se hundió en la corriente y poco después reaparecía con un hacha de oro entre las manos. El leñador dijo que aquella no era la suya. Por segunda vez se sumergió la ninfa, para reaparecer después con otra hacha de plata.

Tampoco es la mía dijo el afligido leñador.

Por tercera vez la ninfa busco bajo el agua. Al reaparecer llevaba un hacha de hierro.

¡Oh gracias, gracias! ¡Esa es la mía!

FIN

CUENTO - LA GATA ENCANTADA

Erase un príncipe muy admirado en su reino. Todas las jóvenes casaderas deseaban tenerle por esposo. Pero el no se fijaba en ninguna y pasaba su tiempo jugando con Zapaquilda, una preciosa gatita, junto a las llamas del hogar.

Un día, dijo en voz alta:
Eres tan cariñosa y adorable que, si fueras mujer, me casaría contigo.

En el mismo instante apareció en la estancia el Hada de los Imposibles, que dijo:
Príncipe tus deseos se han cumplido

El joven, deslumbrado, descubrió junto a el a Zapaquilda, convertida en una bellísima muchacha.

Al día siguiente se celebraban las bodas y todos los nobles y pobres del reino que acudieron al banquete se extasiaron ante la hermosa y dulce novia. Pero, de pronto, vieron a la joven lanzarse sobre un ratoncillo que zigzagueaba por el salón y zampárselo en cuanto lo hubo atrapado.

El príncipe empezó entonces a llamar al Hada de los Imposibles para que convirtiera a su esposa en la gatita que había sido. Pero el Hada no acudió, y nadie nos ha contado si tuvo que pasarse la vida contemplando como su esposa daba cuenta de todos los ratones de palacio.

FIN

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