Cierta vez, una Zorra invitó
insistentemente a su amiga Cigüeña, a cenar en su casa mencionándole platillos
deliciosos e inolvidables. La Cigüeña, maravillada por tales manjares, acepto.
Al día siguiente, fue muy alegre y con mucho apetito. Cuando llegó y se sentó
en la mesa, observó que la Zorra, servia una riquísima sopa en un plato muy
plano. La Cigüeña muy hambrienta, comenzó a picar y a picar la sopa, pero
gracias a su largo pico, no podía comer nada y para colmo, se le escapaba la
deliciosa sopa. Por otro lado, la Zorra comió con mucha alegría su sopa,
incluso lamió con su hocico el plato hasta dejarlo muy limpio. La Cigüeña
indignada por tal desconsideración, dijo estar llena, y se marcho. Pasado los
días, la Cigüeña invitó a cenar a la Zorra, ella muy gustosa acepto. Al llegar
a la casa de la Cigüeña, la Zorra ansiosa por comer esperaba, hasta que de
pronto, la Cigüeña trajo la exquisita comida dentro de un largo y alto jarro de
cristal, de panza ancha y boca estrecha. La Zorra confundida, intento de muchas
maneras meter su hocico y lengua a la boca del jarro, pero no llegaba a la
comida. Sus ganas de comer se hacían aun más enormes cuando la Cigüeña
degustaba maravillada su comida. En ese momento, la Zorra hambrienta, deseaba
mucho tener un pico tan largo como la Cigüeña, y así poder degustar de la
apetitosa comida. Pasado un buen rato, y sin poder llegar a la comida, la Zorra
ya muy rendida, renunció a aquella apetitosa comida. Se despidió de la Cigueña
y se marchó pensando en la mala acción que hizo anteriormente, y el castigo
bien merecido que tuvo, por no ser considerada con su amiga Cigüeña.
Moraleja:
No hagas a los demás lo que no quieres que ellos te hagan a ti.
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