Dice la leyenda, que la llamada semilla del helecho tiene la maravillosa propiedad de volver invisibles a las personas. Esta semilla parece difícil de encontrar, debido a que su periodo de maduración tiene lugar durante la noche del solsticio de verano y tan sólo durante una hora, entre las doce y la una de la madrugada. Después, la semilla del helecho cae y desaparece.
En una ocasión, a un hombre le aconteció un suceso muy extraño relacionado con esta semilla. Entre las doce y la una de la madrugada de aquel día, el hombre empleaba su tiempo en buscar a un potrillo que se le había perdido cuando, de pronto atravesó por casualidad una pradera en la cual maduraba la semilla del helecho.
A la mañana siguiente el hombre volvió a su casa, cansado por la búsqueda, y se sentó en su sillón mullido favorito de la casa. Al observar que su mujer no terminaba de reparar en él, exclamó:
– No he encontrado al potrillo, lo siento mucho.
Tras estas palabras, su mujer, y todos los demás que se hallaban en la habitación, se asustaron terriblemente. Creían haber oído la voz del hombre, y sin embargo, no conseguían verle. Su mujer le llamó entonces por su nombre creyendo que jugaba a esconderse y gastarles una buena broma.
– ¿Se puede saber por qué me llamas así? ¿No ves que estoy aquí al lado?
Tras estas nuevas palabras el susto fue todavía mayor, ya que todos le oyeron de nuevo hablar, e incluso escucharon el sonido de sus pasos, pero continuaban sin poder verle.
Fue entonces cuando el hombre al fin comprendió que todo aquello podía estar relacionado con su paso por la pradera, ya que en el fondo de su calzado se habían metido unas semillas de helecho, las semillas efímeras. Se quitó rápidamente los zapatos y sacudió las semillas de helecho que le habían entrado y que hasta entonces había confundido con arena en los pies. Y, en ese mismo instante, el hombre se hizo visible a los ojos de todos.
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